Este blog comienza con una historia de amor, no con un final
feliz, simplemente con un final.
Ella conoció a un chico del cual se enamoró rápidamente,
pasó un tiempo para que ellos dos volvieran a encontrarse en el mismo camino,
así que ella decidió empezar a probar suerte. Al parecer y solo digo al
parecer, el sentía lo mismo que ella. Digo al parecer porque nunca sabremos si
fue cierto. Durante unos cuantos meses estuvieron jugando, jugando a un juego
peligroso, quizás podría haber sido para ambos, pero el peligro solo lo corrió
ella. Y este juego se llama amor. Pero he de advertir antes, que ella ya había
jugado varias veces a este juego y nunca fue bien parada, no sé si decir que
siempre acababa perdiendo o aprendiendo.
Definitivamente se inició una relación, ella estaba loca por
él y él… bueno dejémoslo ahí. Durante la relación, como en cualquier otra, había
momentos turbios tampoco he de mentir, también hubo muchos momentos felices.
Parece desde aquí una historia de amor como otra cualquiera,
el problema es que ella se creyó este cuento de hadas. Pero como no iba a creérselo
si él hacía mil cosas por ella, como no iba creérselo si él decía que la amaba
y como no iba a creérselo si él decía que la echaba de menos cuando ella no
estaba. Quizás el problema estaba que él solo lo decía, habría que saber si también él lo había sentido.
Se dio cuenta y tarde, tarde para ella, porque ella fue la
que amaba, amaba desde las entrañas, le amaba desde el alma. Se dio cuenta que
en este juego no había sido solo de dos, sino que existía un tercer jugador, no
se sabe por cuánto tiempo, pero jugó lo suficiente. Lo suficiente para hacer
heridas, nuevas heridas sobre viejas cicatrices.
Y ésta es la historia, tres años viviendo un cuento de
hadas, creyendo una ilusión.
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